TURISMO CULTURAL
Portugal sorprende a los viajeros
con sus expresiones artísticas, históricas y culturales acompañadas de increíbles
entornos naturales. Como si no fuera motivo suficiente, la pequeña extensión
del país y las excelentes conexiones de transporte público permiten conocerlo
con ágil desplazamiento recorriendo las manifestaciones del paso de musulmanes
y romanos, entre otras civilizaciones que habitaron su suelo.
Monasterio de los Jerónimos
El Monasterio de los Jerónimos,
declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, es uno de los
monumentos más importantes de Lisboa. Construido a iniciativa del Rey Manuel I
en el año 1502, este edificio de estilo manuelino se erigió para celebrar el
regreso de la India del navegante y explorador Portugués conocido como Vasco de
Gama.
Ubicada en el barrio de Belém, esta
estructura a cargo del arquitecto Diogo de Boitaca fue emplazada en el lugar
donde se encontraba la Ermida do Restelo, iglesia en la que el navegante y su
tripulación habían realizado oraciones antes de concretar su viaje.
Castillo de San Jorge
El Castillo de San Jorge está
ubicado en la colina más alta de Lisboa, entre los barrios Castalio y La
Alfama.
Su construcción data del siglo V y
estuvo a cargo de los visigodos, funcionando durante los siguientes años como
residencia de altos mandatarios y nobles, a la vez que centro militar.
En 1147, el establecimiento fue
conquistado por el primer rey de Portugal, Alfonso Henríquez. Fue así como la
ciudadela fortificada pasó a ser residencia real, realizándose algunas
restauraciones y volviendo al edificio un lujoso espacio de encuentro entre
personajes ilustres de la ciudad.
Su período de esplendor se mantuvo
hasta el siglo XVI, retomando luego su función militar y siendo destruido casi
por completo tras el terremoto ocurrido en 1755.
A causa del deterioro, este
Monumento Nacional sufrió recurrentes modificaciones, la última de las cuales
fue en el año 1990 con el fin de adaptarlo para el turismo.
Torre de Belém
Declarada Patrimonio Cultural de la
Humanidad por la UNESCO en 1983, la Torre de Belém representa uno de los
edificios de estilo manuelino más representativos de la ciudad.
Ubicada en el barrio de Santa María
de Belém, justo en la desembocadura del río Tajo, su construcción tuvo lugar
entre 1515 y 1519 por el arquitecto Francisco de Arruda.
Bajo el reinado de Manuel I,
durante sus primeros años el edificio sirvió como torre de defensa de la
ciudad, para luego convertirse en centro de recaudación de impuestos. Asimismo,
el espacio se caracterizó por ser el punto de partida de muchas de las
expediciones descubridoras hacia las Indias, Asia, África y América.
Castillo de Guimaraes
El Castillo de Guimaraes fue
construido en el siglo X por la condesa Mumadona Dias y es, actualmente, uno de
los más importantes monumentos de Portugal y emblema de la ciudad de Guimarães.
Luego de ser escenario de numerosas e importantes batallas y de haber sufrido
varias reconstrucciones, recuperó su grandeza original y desde el 4 de junio de
1940 integra la lista de monumentos nacionales. La construcción se encuentra
dominada por una torre homenaje de planta cuadrangular situada en el interior
de sus murallas, flanqueadas por cuatro torres en sus ángulos.
Palacio da Pena
Sintra
El Palacio da Pena Sintra es uno de
los principales edificios de Portugal al constituir una de las mejores
manifestaciones de la arquitectura romántica del siglo XIX. Este Palacio se
encuentra en la freguesia sintrense de São Pedro de Penaferrim y su ubicación
sobre grandes peñascos le da un aspecto fantástico. En él se combinan
diferentes estilos arquitectónicos como el neo-gótico, neo-manuelino,
neo-islámico, neo-renacentista y colonial. En el Palacio Nacional da Pena se
pueden observar los cimientos y las murallas exteriores, el sector
correspondiente al convento con su Torre del Reloj, el patio de los arcos
frente a la capilla y el palacio, propiamente dicho, con su mobiliario y
decoración característicos.
El Fado
Uno de los emblemas de la identidad
cultural portuguesa es el fado, música mundialmente reconocida como propia del
país.
Es inconfundible el sentido de
nostalgia y melancolía que reproduce el fado en cada uno de esos versos al
tiempo que la viola –como se conoce la guitarra española- y la guitarra
portuguesa, similar a la mandolina, acompañan la voz del
cantante.
Las desgarradoras voces de los
cantores del fado revelan el dolor de la frustración y la tristeza, ejes sobre
los cuales giran la mayoría de las canciones.
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